¿Qué es Pensamientos de Pascal?
La respuesta breve es que son cosas que pensaba Pascal. La respuesta menos breve necesita algo de contexto.
Blaise Pascal fue niño prodigio que vivió en Francia en los años 1600 y pico. Le dieron una educación excelente desde niño para aprovechar su genialidad, y en su vida adulta hizo importantes avances en temas de matemáticas y física. Por desgracia, murió joven, con 39 años, por alguna enfermedad; vamos, lo típico para los 1600s.
Aparte de hacer sus avances en matemáticas y física, también era un hombre muy religioso, incluso para su época. Tristemente para él, sus creencias eran las de una secta dentro del Catolicismo, llamada Jansenismo, que iban como muy a tope con San Augustín. Los Jansenitas discutieron con los Jesuítas, los Jesuítas ganaron, y el Jansenismo fue declarado como una herejía. Encima, en esta época aparecían los primeros ateos, y esto escandalizaba a Pascal, que escribió alguna defensa del Jansenismo y, además, se propuso escribir una obra que fuera una examinación y una defensa coherente y exhaustiva del cristianismo, llamada "Apología de la Religión Cristiana". Todo esto en francés, claro está, pero como yo no hablo francés lo leo y lo cuento en español.
Por desgracia, sobre todo para él, se murió sin acabar esa obra que se propuso, y se quedaron sólo sus borradores. Eso se compiló luego en lo que se conoce como los "Pensées", o Pensamientos. El nombre completo era algo así como "Pensamientos de M. Pascal sobre la religión, y sobre otros temas", pero todo el mundo lo conoce como Pensamientos.
En mi época de joven creyente, me habían hablado de este libro como una obra maestra de la apología, que hacía ver a cualquiera que lo más razonable era creer en Dios. Y esa es un poco la fama que tiene el libro. Voy a hacerte un pequeño spoiler desde ya y decirte que no es tan convincente en ese sentido. Pero aún así, vale mucho la pena leerlo. Al menos, la primera parte, llamada "El Hombre sin Dios". La segunda parte, "El Hombre con Dios", no me la he acabado, ni te la recomiendo.
Hay que tener en mente que esto es un borrador. Son párrafos sueltos, inconexos entre sí, y a menudo se encuentran frases que son directamente anotaciones del tipo "poner aquí el ejemplo de tal y cual", o "mencionar aquí luego la relación de esto con aquello otro".
Creo que, en su forma original, tal y como están, los argumentos no son convincentes para alguien del siglo 21. El ateísmo era algo muy nuevo en el siglo 17, y los creyentes aún estaban dando palos de ciego a la hora de buscar argumentos para debatir con ateos. Puede que te parezca sorprendente lo de que el ateísmo fuera algo nuevo, a mi también me sorprendió. En el pasado remoto, nadie era ateo. Había gente que llamaba ateos a sus enemigos, pero era un insulto que venía a decir más bien "abandonado por Dios", no "persona que no cree en la existencia de Dios". Los franceses acusaban a los italianos e ingleses de ateísmo, y los italianos acusaban a los franceses de ateísmo. Los católicos acusaban de ateísmo a Martíi Luther y a John Calvin, y los protestantes acusaban a los papas de ateísmo. Y, por supuesto, todos acusaban a judíos y musulmanes de ateísmo.
He dicho que el ateísmo era algo muy nuevo en el siglo 17, pero por no ser más ateos que el papa, cabe decir que probablemente habría alguno antes del siglo 17, pero no se podía permitir nunca jamás decir algo tan fuera de lugar como "creo que Dios no existe". Se puede especular sobre si algún filósofo en particular, aquí o allá, fue o no fue un ateo en el armario. Pero, desde luego, decirlo en voz alta no era bueno para la esperanza de vida, así que los pocos que hubiere se lo callaban, y como mucho dejaban alguna pista si lees entre líneas y quieres interpretar así su obra. Uno de los ejemplos más apasionantes para debatir es Machiavelli.
Dejando aquí este pequeño apunte, voy a pasar ya a hablar de mi libro, que es a lo que hemos venido aquí.
Parte 1. Lo bueno
Voy a dividir mis comentarios de manera más o menos temática. Empecemos con lo bueno, lo que más puede aportar este libro.
Pascal se propone empezar representando lo mal que le van las cosas al hombre cuando no le dedica su vida a Dios, y en el proceso describe las limitaciones de la mente humana tal y como él las ve. Y, al ser un genio, ve muchas cosas con una claridad que pocos llegan a alcanzar.
Por ejemplo, hay un momento en el que explica que hay gente que piensa de manera abstracta, y otros que razonan de manera más práctica. Él llama a esto "entendimiento de geometría y entendimiento de sutileza".
Su razonamiento es que en geometría las premisas están muy claras, y las reglas también, y una vez las tienes todas planteadas, sólo tienes que aplicar las normas sin equivocarte y llegarás al resultado correcto. No hay ambigüedad posible, ni hay aspectos subjetivos que necesiten de una interpretación imaginativa, simplemente hay que aplicar las reglas sin equivocarte. Sin embargo, al ser los principios tan abstractos, sólo los que estudian estas cosas tienen idea del asunto, y las demostraciones geométricas les valen sólo a ellos. Así que las demostraciones abstractas pueden llegar a resultados indiscutibles, pero tienen la desventaja de no poder convencer más que a aquellos que ya son expertos en el tema. Esta última frase le pega tanto a la geometría, como a la inmunología, que es el campo científico en el que parece ser que han florecido decenas de millones de expertos en 2020.
En el "entendimiento de sutileza", en cambio, los principios están en el uso común, y los conoce todo el mundo. Pero para verlos, hay que fijarse bien ya que son muchos detalles muy finos y sutiles, y los más sabios los tienen interiorizados sin ser a veces conscientes siquiera. Es un conocimiento más intuitivo.
Y, por supuesto, según la manera de pensar que tiene una persona u otra, necesita para razonar mirar las cosas de una manera u otra.
O, como diría Pascal:
Existen, pues, dos clases de entendimientos: uno que capta viva y profundamente las consecuencias de los principios, y éste es el entendimiento de sutileza; otro, que comprende un gran número de principios sin confundirlos, y éste es el entendimiento geométrico. Uno es fuerza y justeza de mente, otro es amplitud de mente. Ahora bien, lo uno puede existir sin lo otro, ya que la mente puede ser fuerte y estrecha, y puede ser también amplia y débil.
Los que están acostumbrados a juzgar por el sentimiento no comprenden nada de las cosas del razonar, porque quieren entenderlo todo de golpe, y no están acostumbrados a buscar los principios. Y los otros, por el contrario, que están acostumbrados a razonar por principios, no comprenden nada de las cosas del sentimiento, buscando en él principios, incapaces de verlo de golpe.
Entre otras cosas, se me ocurre al leer toda esta sección que las distintas ciencias tienen una especie de "Problema de la parada". En programación, el Problema de la parada (Halting Problem) es un problema que resolvió Turing mientras inventaba los ordenadores (aviso, estoy simplificando mucho), y es básicamente le problema de saber de antemano si un problema va a tener solución o no.
Hay algunas ciencias, las más cercanas a las matemáticas, que tienen pruebas y demostraciones bastante absolutas. Sobre todo las matemáticas, que tienen pruebas absolutas de verdad para muchos problemas.
Pero a medida que nos alejamos, eso cambia. La física es matemática aplicada. La química es física aplicada. La biología es química aplicada. La psicología es biología aplicada. Y cuando hemos llegado a la psicología, nos enfrentamos a una ciencia que tiene tantos parámetros difíciles de medir que afectan unos a otros, tantas variables aleatorias, y tantas cosas únicas de cada individuo, que es imposible predecir el comportamiento humano.
Es decir, que según la ciencia con la que estamos tratando en cada momento, estamos aplicando una de estas dos maneras de pensar que decía Pascal. En un extremo la geometría, y en el otro la psicología, con todas sus sutilezas.
Hablando de psicología, Pascal parece vislumbrar los sesgos cognitivos que la psicología estudia hoy en día, y lo hace de manera bastante brillante. Por ejemplo:
Por lo común nos convencen más las razones que nosotros mismos hemos descubierto que las que se les han ocurrido a los demás.
Elocuencia. Se necesita lo agradable y lo real; pero lo agradable tiene que tomarse de lo verdadero.
Un mismo sentido cambia según las palabras que lo expresan. Los sentidos reciben de las palabras su dignidad, en lugar de dársela. Hay que buscar ejemplos…
Enmascarar la naturaleza y disfrazarla. Nada de rey, papa, obispo, sino augusto monarca, etc.; nada de París, capital del reino. Hay lugares en los que hay que llamar a París, París, y otros en los que hay que llamar a la ciudad capital del reino.
Cuando queremos corregir con provecho y demostrar a otro que se engaña, hay que observar por qué lado observa la cosa, porque de ordinario desde ese lado es verdadera, y reconocerle esta verdad, aunque descubriéndole el lado por la que es falsa. Así se le contenta, porque comprueba que no se engañaba, y que sólo le faltaba ver todos los lados; nadie se enoja por no verlo todo, pero nadie quiere haberse engañado; y quizá ello se debe a que naturalmente el hombre no puede verlo todo y que naturalmente no puede engañarse por el lado en que ve una cosa, cuando lo que captan los sentidos es siempre verdadero.
Me imagino que las discusiones que Pascal tenía con otros pesos pesados de su época, como Montaigne o Voltaire, serían un espectáculo magnífico. Pascal parece ser no un "Sheldon Cooper", un genio recluido que ignora las normas sociales del mundo en el que vive. Al contrario, parece entender muy bien lo que mueve a las personas a creer una cosa u otra, o a dejarse convencer por unos argumentos u otros. Un buen argumento no es nada si no se presenta bien, y Pascal ya desde entonces es consciente de esos detalles.
Y luego, claro, te encuentras cosas tan brillantes como ésta:
¿A qué se debe que un cojo no nos irrite y que alguien que razone claudicantemente sí nos irrite? Porque un cojo reconoce que andamos bien, mientras que quien razona cojeando de juicio asegura que somos nosotros los que cojeamos; de no ser por eso, sentiríamos compasión en vez de cólera. Epicteto pregunta con mucha más energía: «¿Por qué no nos enojamos si se nos dice que nos duele la cabeza y en cambio nos enojamos cuando nos dicen que razonamos mal o que elegimos mal?». La causa de ello es que estamos completamente seguros de que no nos duele la cabeza y de que no somos cojos; pero no estamos tan seguros de elegir lo verdadero.
Hay por ahí quien dice que, en Hamlet y otras obras, Shakespeare se adelantaba a Freud. Al ver expresiones como estas en Pascal, que vivía en la misma época, me parece ligeramente más probable que, de manera intuitiva, la psicología fuera ya conocimiento común desde antes de ser sistematizada. A pesar de que, probablemente, Freud fuera un vende-humos tremendo.
El hombre está hecho de tal modo que a fuerza de decirle que es un necio se lo cree; y a fuerza de decírselo a sí mismo, uno acaba por creérselo. Porque el hombre es el único que entabla una conversación interior, y es importante que sepa llevarla
Imaginación. Es esta parte dominante en el hombre, esta maestra de error y de falsedad, y es tanto más peligrosa porque no siempre es así; puesto que sería regla infalible de verdad si lo fuese infalible de mentira. Pero aunque suele ser falsa, no da ningún indicio de serlo, ofreciendo las mismas señales para lo verdadero y para lo falso.
Este segundo párrafo de más arriba me parece muy curioso, porque es muy cierto, pero luego parece ser incapaz de aplicar el mismo criterio a sus propias creencias. La lección más importante del libro es, probablemente, que no importa lo genio que seas, el sesgo de confirmación te va a cazar, y unos siglos más tarde un Milenial te va a criticar por ello en un blog que nadie lee.
A continuación, un momento en el que el fantasma de Cristopher Hitchens viaja al pasado y toma posesión del cuerpo de Pascal para escribir esto:
Es lamentable ver cómo tantos turcos, herejes e infieles siguen lo que aprendieron de sus padres por la única razón de que desde niños les convencieron de que esto es lo mejor.
Por supuesto, era muy pronto en la historia para que Pascal se planteara si acaso él no seguía también el Catolicismo por la única razón de que desde niño sus padres le convencieron de que eso es lo mejor.
Tras ser visitado por el fantasma de Cristopher Hitchens, Pascal es visitado por el fantasma de Robin Hanson:
Por eso la vida humana no es más que una ilusión perpetua; todo es engaño mutuo y adulación recíproca. Nadie habla de nosotros en nuestra presencia del mismo modo que habla cuando estamos ausentes. La unión que se da entre los hombres sólo está fundada en este fraude mutuo; y pocas amistades subsistirían si cada cual supiese lo que su amigo dice de él cuando no está presente, aunque hable entonces sinceramente y sin apasionamiento.
El hombre no es, pues, más que disfraz, mentira e hipocresía, tanto en sí mismo como respecto a los demás. No quiere que se le diga la verdad y evita decirla a los otros; y todas esas disposiciones, tan alejadas de la justicia y de la razón, tienen en su corazón una raíz natural.
¿Acaso eres menos esclavo porque te ame y te halague tu amo? No es poco lo que tienes, esclavo; tu amo te halaga, no tardará en pegarte.
Esto último viene tal cual, un párrafo de 2 frases que me parecen brillantes que aparecen en el libro un poco de la nada. Yo iba leyendo, pensaba que estaba siguiendo más o menos un hilo, y de repente SPONTIAK!, Pascal me había adelantado por la derecha.
Tras irse Robin Hanson, parece que Pascal cae bajo la posesión de Sam Harris, o de algún gurú del Budismo:
Nunca permanecemos en el tiempo presente. Anticipamos el porvenir como si fuese demasiado lento en llegar, como para acelerar su curso; o recordamos el pasado para detenerlo, como si fuese demasiado ligero; somos tan imprudentes que vagamos por tiempos que no son nuestros, y no pensamos en el único que nos pertenece; y tan vanos que pensamos en los que no son nada, y dejamos escapar sin reflexión el único que existe. Porque de ordinario el presente nos hiere. Lo ocultamos a nuestra vista porque nos aflige; y si nos es agradable lamentamos ver cómo se nos escapa. Tratamos de sujetarlo por el futuro, y creemos disponer de las cosas que no están en nuestras manos, pensando en un tiempo en el que no tenemos ninguna certeza de llegar. Que cada cual examine sus pensamientos, y verá cómo están todos ocupados en el pasado o en el porvenir. Casi no pensamos en el presente; y si pensamos en él es para tener luces respecto al porvenir. El presente no es nunca nuestro fin: el pasado y el presente son nuestros medios; solamente el porvenir es nuestro fin. Por eso nunca vivimos, sino que esperamos vivir; y como siempre nos disponemos a ser felices, es inevitable que no lo seamos jamás.
Cambiando un poco de tema, hay una frase de Pascal que dice algo así como que "todos los problemas del hombre surgen de no ser capaz de estar quieto en una habitación vacía durante una hora". Y, en consecuencia, él argumenta que buscamos ruido y diversión como una manera de huir de nosotros mismos. Voy a citar un trozo algo largo, pero de verdad me parece que merece la pena.
De ahí que el juego y la compañía de las mujeres, la guerra y los altos cargos sean tan deseados. No porque proporcionen efectivamente la felicidad, ni porque nadie se imagine que la verdadera dicha consiste en tener el dinero que se puede ganar en el juego, o en la liebre que se persigue: todo eso se rechazaría si nos lo dieran. No es su goce muelle y apacible, y que nos permite seguir pensando en nuestra desdichada condición, lo que nos atrae, ni los peligros de la guerra, ni los conflictos de los cargos, es el aturdimiento que nos evita pensar en nosotros y que nos divierte.
Por eso los hombres gustan tanto del ruido y de la agitación; por eso la cárcel es un suplicio tan horrible; por eso el placer de la soledad es algo que no se comprende. Y por eso, en resumen, lo mejor que tiene el ser rey es el hecho de que a su alrededor todos traten sin cesar de divertirles y de proporcionarles toda clase de placeres.
El rey está rodeado de personas que no piensan más que en divertir al rey, y en impedirle que piense en sí mismo. Porque, por muy rey que sea, si piensa en sí mismo será desdichado.
Eso es todo lo que los hombres han sabido inventar para ser felices. Y lo que opinan acerca del asunto los filósofos, que creen que el mundo es muy poco razonable pasándose todo el día persiguiendo una liebre que no quisieran haber comprado, no saben nada de nuestra naturaleza. Esta liebre no nos protege de la idea de la muerte y del infortunio, pero la caza —que nos evita tener tales pensamientos— sí nos protege de estas ideas.
Y así, cuando se les reprocha que lo que buscan con tanto ardor no puede satisfacerles, si respondiesen como deberían hacerlo en caso de haber reflexionado bien, que no quieren más que una ocupación violenta e impetuosa que les salve de pensar en sí mismos, y que por este motivo se proponen una meta atractiva que les encanta y les atrae con entusiasmo, dejarían a sus adversarios sin respuesta. Pero no responden eso porque no se conocen a sí mismos. No saben que lo que anhelan es la caza y no las piezas cobradas.
No estoy seguro si esto lo había dicho Pascal por sí mismo, o poseído por el espíritu de algún filósofo estoico. Pero bueno, poco después se convierte en, no sé... ¿Hume?
La autoridad. Aunque el hecho de haber oído decir una cosa sea la regla de lo que creáis, no debéis creer en nada sin plantearos la cuestión como si jamás hubierais oído hablar de ella.
Es el consentimiento que os dais a vosotros mismos, y la voz constante de vuestra razón, y no la de los demás, lo que debe hacer que creáis una cosa.
¡Es tan importante creerlo! Cien negativas bastarían para decidir la verdad si no hubiese una norma para creer. Si la antigüedad fuese la norma suprema, ¿qué norma tuvieron los antiguos? Si lo fuese el consentimiento general, ¿qué pasaría si los hombres hubieran perecido?
Falsa humildad, orgullo. Que se levante el telón. Por mucho que hagamos, hay que creer o negar o dudar. ¿No vamos a tener ninguna norma? De los animales juzgamos que hacen bien lo que hacen. ¿Y no habrá ninguna regla para juzgar a hombres? Negar, creer y dudar bien son para el hombre lo mismo que correr es para el caballo.
Castigo de los que pecan, error.
Esta me parece muy interesante. Negar, creer y dudar bien. Ese es el sentido de la existencia humana, según este párrafo. Es muy revolucionario. Y, para evitar una revolución, lo remata con un dogma antirrevolucionario: si pecas, es decir, si desobedeces las normas, el castigo es que no vas a dudar bien, sino que vas a dudar mal, y vas a caer en el error.
Esto es muy conveniente, por supuesto. Porque siempre que alguien usa ese argumento, lo usa de la siguiente manera: yo, que soy quien usa el argumento, te dice a ti que estás en el error. Y yo tengo una serie de normas que te estoy diciendo que deberías cumplir tú también. Tú dices que no estás de acuerdo. Y, evidentemente, ahí está la fuente de tu error, en no obedecer lo que te estoy diciendo que es tu obligación. Muy hábil, ¿no? Y manipulativo, por supuesto.
El señor de Roannez [89] decía: «Las razones se me ocurren después, pero en un principio la cosa me atrae o me repugna sin que sepa la razón, y sin embargo me repugna por esta razón que sólo descubro posteriormente». Pero yo no creo que me repugnase por estas razones que descubro después, sino que descubro estas razones porque me repugna.
Pascal muestra aquí un conocimiento de sí mismo muy preciso. Lo que él describe aquí, el "descubrir" las razones por las que no le gusta algo sólo después de haber decidido que no le gusta, se llama racionalización. Es decir, que no llegas a una conclusión como resultado de unos argumentos, sino que ya tienes una conclusión que te gusta, y te inventas unas excusas que parezcan argumentos. Tal vez una de las cosas más difíciles del mundo sea el darse cuenta cuándo estás racionalizando algo, porque lo hacemos constantemente sin darnos cuenta, y luego nos creemos de verdad que las excusas son las razones de verdad por las que hemos llegado a esa conclusión.
Por desgracia, racionalización es algo que nos afecta a todos, incluso a Pascal. Porque, como veremos más tarde, cuando trata el tema que le es más sensible, el de la religión, la racionalización ya no le va a dejar razonar con tanta claridad como en los pasajes que estoy poniendo hasta ahora.
Lo bonito
En nuestros tiempos, lo común es escribir de manera clara, directa, y escueta. En los 1600s, como ya te habrás fijado, el lenguaje era mucho más verboso, abundante. Las frases son más largas, más elaboradas, y más decoradas. A veces, hay pasajes que están en prosa, pero que casi parece que sean verso.
Según la Wikipedia, este libro es precioso en francés, es algo así como una de las máximas expresiones de la elegancia del idioma francés. Pero claro, yo no sé francés, así que sólo veo un castellano innecesariamente barroco, con algún pasaje que me parece bonito.
Cuando pienso en la breve duración de mi vida, absorbida en la eternidad anterior y siguiente, el pequeño espacio que lleno e incluso que puedo ver, abismado en la infinidad inmensa de los espacios que ignoro y que me ignoran, me espanto y me sorprendo de verme aquí en vez de allá, porque no hay ninguna razón de que esté aquí en vez de estar allá o ahora en vez de en cualquier otro momento. ¿Quién me puso aquí? ¿Por orden de quién, de qué autoridad este lugar y este tiempo me han sido destinados? [...]
¿Por qué mi conocimiento es limitado? ¿Y mi estatura? ¿Por qué mi duración puede ser de cien años en vez de mil? ¿Qué razón ha tenido la naturaleza para hacer que fuera así, para elegir este número en vez de otro, dado que en la infinidad de los números hay los mismos motivos para elegir uno que otro, y nada tienta más en uno que en otro?
¡Cuántos reinos nos ignoran!
El silencio eterno de estos espacios infinitos me espanta.
El tiempo sana los dolores y las disputas porque se cambia, ya no se es la misma persona. Ni el ofensor ni el ofendido son ya los mismos. Es como un pueblo al que se ha soliviantado y al que se vuelve a ver dos generaciones más tarde. Siguen siendo los franceses, pero no los mismos.
Ya no ama a aquella mujer a la que amaba hace diez años. Lo creo, porque ya no es la misma, ni él tampoco. Él era joven y ella también; ella es muy distinta. Él quizá la amaría aún tal como era entonces.
Esto último me recuerda a una expresión del pensador rumano Andrei Pleșu, que viene a decir que los grandes escritores románticos de la literatura tuvieron el sentido común suficiente para matar a gente como Romeo y Julieta antes de que pudieran pasar juntos 20 o 30 años, y que les diera tiempo a convertirse en otras personas, y antes de que ese amor idealizado de la historieta se pudiera estrellar contra la convivencia real, las discusiones, los aspectos difíciles del carácter de cada uno, etc.
Este hombre, tan afligido por la muerte de su mujer y de su único hijo, que tiene una congoja tan grande que le atormenta, ¿cómo es posible que ahora no esté triste y que le veamos ajeno a todos esos pensamientos penosos e inquietantes? No hay por qué extrañarse: acaban de lanzarle una pelota y él tiene que devolverla a su compañero de juego; está pendiente de que caiga del tejado para recogerla y ganar una montería; ¿cómo queréis que piense en sus asuntos cuando tiene entre manos esta otra cuestión? He ahí algo digno de ocupar a esta alma generosa, y de quitarle todo otro pensamiento de la cabeza. Este hombre, nacido para conocer el universo, para juzgar todas las cosas, para regir todo un estado, ahí le tenéis ocupado y absorto en perseguir una liebre. Y si no condesciende a hacer tal cosa, y se empeña en no distraerse nunca, será un acto de necedad, porque querrá elevarse por encima de la humanidad, y en resumidas cuentas no es más que un hombre, es decir, capaz de poco y de mucho, de todo y de nada: no es ni ángel ni bestia, sino hombre.
De verdad, me parecen pasajes preciosos, y no se me ocurre ningún comentario que pueda mejorarlos más allá de leerlos sin más.
Por muy hermosa que sea la comedia y todo lo demás, el último acto es sangriento: se acaba arrojando tierra sobre la cabeza, y se terminó para siempre.
¿Puede haber algo más cómico que el hecho de que un hombre tenga derecho a matarme porque vive al otro lado del agua, y que su soberano riña con el mío, aunque yo no tenga ninguna disputa con él?
Si no te parece cómico, recuerda que Pascal hizo grandes avances en matemáticas y física, no en comedia.
Por un momento, vuelve a canalizar el espíritu de Robin Hanson:
¿Qué es el yo? Un hombre que se asoma a la ventana para ver pasar a la gente, si acierto a pasar por allí, ¿acaso puedo decir de él que se ha asomado para verme? No, porque no piensa en mí en particular. Pero, quien ama a una mujer a causa de su hermosura, ¿la ama? No, porque las viruelas, que matarán la hermosura sin matar la persona, harán que deje de amarla. Y si alguien me ama por mi inteligencia, por mi memoria, ¿puedo decir que me ama? No, porque puedo perder estas cualidades sin perderme a mí mismo. ¿Dónde está, pues, este yo que no reside ni en el cuerpo ni en el alma? ¿Y cómo es posible amar el cuerpo o el alma si no es por estas cualidades, que no son las que forman el yo, puesto que son perecederas? Porque ¿puede amarse la sustancia del alma de una persona abstractamente, con las cualidades que pueda contener? Ello no es posible, y además sería injusto. Es decir, que no se ama nunca a nadie, sino sólo a unas cualidades. Por lo tanto, dejemos de burlarnos de los que se hacen tributar honores por los cargos o puestos que ocupan, ya que sólo podemos amar por unas cualidades prestadas.
Parte 3. Lo raro
Hay algunas cosas que me han llamado la atención por ser, simplemente, raras e inesperadas. Por ejemplo, este pasaje que me pilló totalmente desprevenido:
No es sólo la absolución lo que borra los pecados en el sacramento de la Penitencia, sino la contrición, que no es verdadera si no acude al sacramento. Semejantemente, no es la bendición nupcial lo que impide cometer pecado en la generación, sino el deseo de engendrar hijos para Dios, que no es verdadero más que en el matrimonio. Y del mismo modo que una persona contrita sin sacramento está mejor dispuesta para la absolución que un impenitente con el sacramento, así las hijas de Lot, por ejemplo, que sólo tenían el deseo de los hijos, eran más puras sin matrimonio que las casadas sin deseo de hijos.
Si no tienes fresco el libro del Génesis, no has entendido lo que acaba de decir, así que te lo traduzco. En el Génesis, las hijas de Lot emborrachan a su padre para tener sexo con él y quedarse embarazadas. Según la lógica de Pascal, la única manera de tener sexo sin que sea pecado es si es dentro del matrimonio y exclusivamente para engendrar hijos. Pero si sólo se presentan una de las dos cosas, le parece más importante la intención de producir hijos que el estar o no casado. Y su ejemplo es que es más pecaminoso tener sexo dentro del matrimonio sin intención de fabricar bebés que lo que hicieron las hijas de Lot, porque ellas al menos estaban intentando quedarse embarazadas. WTF?
🤨😐
Corramos un tupido velo.
[...]el exceso de verdad nos asombra (conozco a quien no acierta a comprender cómo si de cero quitamos cuatro, el resultado es cero);
¿Es posible que Pascal, genio de las matemáticas, en el siglo 17, no supiera usar números negativos? Por favor, si algún experto en Pascal lee esto algún día, que me escriba y me lo explique.
¿Por qué una virgen no puede dar a luz? ¿Acaso una gallina no pone huevos sin ayuda del gallo? ¿Qué los distingue de los otros? ¿Y qué nos dice que la gallina no puede formar este germen lo mismo que el gallo?
También esto me deja un poco anonadado. Estoy bastante seguro de que tenían gallinas en Francia en los 1600s. Entiendo que Pascal tenía pasta y probablemente no cuidara gallinas personalmente. Pero hombre, antes de escribir que las gallinas engendran pollitos por fecundación espontánea, sin participación de los gallos, bájate un poco de la burra y pregúntale a algún granjero.
Parte 4. Lo malo
Llegamos pues, a lo malo. A las cosas que me han hecho dejarme el libro sin acabar, y por las que recomiendo hacer lo mismo a cualquier persona del siglo 21.
Ya en el prefacio, hay algún que otro pasaje que hace saltar algunas alarmas en mi cabeza. Por ejemplo, este:
Orden. Los hombres desdeñan la religión; la odian y temen que sea verdadera. Para curar ese mal hay que empezar por demostrarles que la religión no es contraria a la razón, que es venerable, inspirar respeto por ella; luego, presentarla como digna de ser amada, haciendo desear a los buenos que sea verdadera; y finalmente mostrar que es verdadera.
En lenguaje moderno, esto significa que su plan es ir en este orden:
Señalizar que la idea del cristianismo tiene un alto status, hacer que esté de moda.
Hacer que la gente QUIERA creerlo.
Una vez quieren creerlo, facilitarles el camino a través del sesgo de confirmación para creerlo.
Y así, amigos, es como se manipula a la gente. Si algún día te quieres montar una secta, o quieres trabajar de ministro de propaganda para algún dictador, esos 3 puntos son el fundamento de todo lo que necesitas saber.
Pueden caber interpretaciones más generosas de este pasaje, si se toma el pasaje solamente. Pero, como verás a continuación, el sesgo de confirmación es un punto al que volveré una y otra vez, es una constante a lo largo de todo el libro, siempre que toca al punto del Catolicismo.
He dado por sentado hasta ahora que sabes lo que es el sesgo de confirmación, y que si no lo sabes lo habrás buscado en Wikipedia. Por si no lo sabes ni lo has buscado, lo voy a ilustrar en un momento, y luego sigo con Pascal.
Creo que casi todos estamos familiarizados con la imagen de un niño que quiere algo, por ejemplo, ir a la feria. Le pregunta a uno de sus padres si puede ir a la feria, y le dice que no. Le pregunta al otro, y le dice que sí, si se porta bien. La conclusión del niño es que sí, que puede ir a la feria. Su actitud respecto a la hipótesis "tengo permiso para ir a la feria" es la de "¿puedo creer que sí?
" o "¿tengo permiso para creerme esto?". Ante cualquier posibilidad de una respuesta positiva, creerá en la respuesta positiva.
Imaginemos el caso opuesto, un niño que pregunta a sus padres si sigue castigado sin tele ni móvil todo el fin de semana. Uno de los padres le dice que sí, que sigue castigado. El otro, como es un blandengue, le dice que bueno, a lo mejor se piensa lo de quitarle el castigo si se porta bien o algo así. La conclusión del niño en este caso es que NO, que no está castigado. Ante la hipótesis "sigo castigado todo el finde", su actitud se expresa como "¿tengo que creer esto?" o "¿estoy obligado a creer esto?". Cuando no queremos creer algo, buscamos cualquier excusa o media razón, por escueta que sea, para no vernos obligados a creerlo.
La actitud de Pascal respecto al Catolicismo es la de "¿puedo creer esto?". Su propósito en su libro es, básicamente, encontrar una manera de decir que "técnicamente es posible, e incluso si lo miras de una manera muy específica es incluso razonable", para que si te hace mucha mucha ilusión creerlo, te lo puedas creer.
A veces, hace esto de manera muy explícita, por ejemplo aquí:
Hay que guardar silencio en la medida en que se pueda, o no hablarse a uno mismo más que de Dios, que sabemos es la verdad; y así uno se convence de ella a sí mismo.
Si te repites a ti mismo muchas veces que la Tierra es plana, también te lo acabarás creyendo, pero eso no significa que sea verdad sólo porque "ya sabías de antemano que es verdad".
No parece que el punto sensible, donde la razón de Pascal falla, sea el cristianismo como tal, sino el Catolicismo en particular. O, más bien, SU Catolicismo. Para él, es el único cristianismo de verdad, y lo demás son herejías. Y claro, de lo que Pascal intenta convencernos es de lo razonable y verdadero que es su Catolicismo, no el cristianismo. Desde el punto de vista de Pascal, los herejes están tan perdidos como los ateos y los musulmanes.
Hay un pasaje donde me llama la atención hasta qué punto este hombre transpira catolicismo en su texto, y es cuando empieza a justificar el asunto de la confesión. En el Catolicismo, para quien no lo sepa, hay que confesarle todos tus pecados al cura, para que puedas ser perdonado. Y el cura promete que se lo va a callar todo, de ahí no sale lo que le cuentes.
Es ésta una prueba que me inspira horror. La religión católica no obliga a descubrir los pecados a todo el mundo: admite que permanezcan ocultos a todos los demás hombres; pero exceptúa a uno solo, a quien ordena que se descubra el fondo de los corazones y a quien todos nos presentemos tal como somos. Solamente a este hombre nos ordena desengañar, y le obliga a un secreto inviolable, que hace que este conocimiento esté en él como si no estuviera. ¿Puede imaginarse algo más caritativo y benigno? Y sin embargo la corrupción del hombre es tal que esta ley aún le parece dura; y ésta es una de las principales razones que hizo que se rebelara contra la Iglesia una gran parte de Europa.
¡Qué injusto y desatentado es el corazón del hombre que proteste porque se le obligue a hacer con un hombre lo que en cierto modo sería justo que hiciese con todos los hombres! Pues ¿es acaso justo que les engañemos?
Su argumento aquí es, básicamente, que es injusto que no les contemos nuestros errores y secretos a todo el mundo, y dejar que tengan de nosotros una opinión mejor de la que nos merecemos. Claro, si hiciéramos eso, nadie nos amaría y estaríamos "forever alone". Así que el Catolicismo sólo te exige que hagas eso en la confesión, con el cura, que no se lo va a contar a nadie.
Si te has percatado, su razonamiento se contradice a sí mismo. Por un lado, el Catolicismo es injusto al permitir que todo el mundo menos el cura tengan de nosotros una opinión mejor de la que nos merecemos. Pero, a la vez, es de poco agradecidos el resentir la obligación de contarle todos tus secretos al cura. Así que... ¿el Catolicismo es el mal menor? Esa parece ser la conclusión del razonamiento, pero no da el paso hacia esa conclusión, ya que su conclusión siempre es que, pase lo que pase, el Catolicismo es lo más.
Aparte del tema Catolicismo, hay algún que otro pasaje que tampoco es que haya envejecido muy bien que digamos. Por ejemplo, este:
Cuando se ignora la verdad de una cosa, es bueno que haya un error común que orienta la mente de los hombres, como, por ejemplo, la luna, a la que se atribuye el cambio de las estaciones, la evolución de las enfermedades, etcétera; porque la enfermedad principal del hombre es la curiosidad inquieta por las cosas que no puede saber; y es menos malo permanecer en el error que ser víctima de esa curiosidad inútil.
Si por él fuera, seguiríamos muriendo de enfermedades totalmente prevenibles y tratables, y la mitad de los niños morirían antes de llegar a adultos, bajando la esperanza de vida media a unos 35 años.
Tampoco parece muy acertado cuando entra en temas más políticos. Al menos, desde el punto de vista de ahora, de 4 siglos después.
El arte de la sedición, de trastornar los Estados, consiste en atacar las costumbres establecidas, examinándolas hasta su origen, para hacer observar que carecen de autoridad y de justicia. Dicen que hay que recurrir a las leyes fundamentales y primitivas del Estado que abolió una costumbre injusta. Éste es un juego en el que con toda seguridad se pierde todo; examinado de este modo, nada parecerá justo. Sin embargo el pueblo presta fácilmente oídos a estos discursos. Sacuden el yugo apenas advierten que existe; y los grandes se benefician de su ruina y de la de los curiosos examinadores de las costumbres heredadas.
La desventaja de este razonamiento es que hace imposible el progreso. Las leyes deben cumplir un propósito a favor del bienestar humano. Si no lo hacen, deben ser cambiadas por otras. Es verdad que se adelanta a las consecuencias nefastas de diversas revoluciones que tienen lugar a lo largo de la historia, pero se puede pensar en esas consecuencias negativas de las revoluciones si necesitar una actitud tan reaccionaria como la que se argumenta aquí.
Montaigne se equivoca: la costumbre sólo debe seguirse porque es costumbre, y no porque sea razonable o justa; pero el pueblo la sigue por la única razón de que la cree justa. De lo contrario no la seguiría, aunque fuese costumbre; pues nadie quiere someterse más que a la razón o la justicia. De no ser así, la costumbre parecería tiranía; pero el imperio de la razón y de la justicia es tan poco tiránico como el del agrado: son los principios naturales en el hombre.
Lo mejor sería, pues, que se obedeciera a las leyes y a las costumbres porque son leyes; que se comprendiera que no es posible idear ninguna verdadera y justa, que no entendemos nada de todo eso y que por lo tanto hay que conformarse con seguir las heredadas: de este modo no las abandonaremos nunca. Pero el pueblo no se deja convencer por esta doctrina; y así, como cree que la verdad es asequible, y que está en las leyes y costumbres, cree en ellas y considera su antigüedad como una prueba de su verdad (y no de su única autoridad sin verdad). Por eso las obedece; pero puede rebelarse cuando se le hace ver que no valen nada; lo cual podría hacerse con todas, si se las analiza desde ciertos aspectos.
Injusticia. Es peligroso decir al pueblo que las leyes no son justas, porque sólo las obedece a causa de que las cree justas. Por esta razón hay que decirle al mismo tiempo que conviene obedecer porque son leyes, como hay que obedecer a los superiores, no porque sean justos, sino porque son superiores. Así, si se hace comprender eso, se evita toda sedición, lo cual en el fondo es la definición misma de la justicia.
Esta actitud reaccionaria ha retrasado la humanidad durante mucho tiempo. No la ha inventado Pascal, pero participa de ella.
Cuando habla de Montaigne, se refiere a la obra "Ensayos" de Michel de Montaigne. Es una obra monumental con muchos ensayos breves que dicen que vale mucho la pena. Está en la lista, en algún momento me pondré con eso también. Pascal estaba muy en contra tanto de Montaigne como de Voltaire, y seguramente hay muchas indirectas hacia ellos en el libro que yo me estoy perdiendo. Si quieres saber más sobre eso, busca algo escrito por alguien que sepa más del tema, ahí yo no me puedo meter.
Las cosas del mundo más disparatadas se convierten en las más razonables a causa de la confusión de los hombres. ¿Hay algo menos razonable que elegir, para gobernar un Estado, al hijo primogénito de una reina? Para gobernar un navío no se elige a aquel de los viajeros que es de cuna más noble: esta ley sería ridícula e injusta. Pero dado que las leyes lo son y lo serán siempre, se convierte en razonable y justa; porque, ¿a quién se elegirá? ¿Al más virtuoso y al más capaz? Inmediatamente llegamos a las manos: todo el mundo pretende ser el más virtuoso y el más capaz. Unamos, pues, esta cualidad a algo indiscutible. Es el hijo primogénito del rey; esto es claro, no admite disputas. La razón no puede hacer nada mejor, porque la guerra civil es el mayor de los males.
Claro, en las monarquías hereditarias por primogenitura no ha habido ninguna guerra de sucesión nunca. ¿Verdad? ¿Verdad? ... Ups.
Estoy siendo un poco malo, lo sé. Pero vamos a ver, este es un hombre al que no le queda tan lejos el final de la Guerra de los Cien Años, llamada así por razones obvias: duró 116 años. El asunto por el que luchaban constantemente Inglaterra y Francia era por un asunto de disputas sobre la sucesión al trono francés.
Y además, es un hombre que llena su libro de molestas citas clásicas en latín, que hay que mirar luego en las notas qué significan cada una porque no sé latín. No me creo que cite tanto a los clásicos y no haya oído hablar de la Republica Romana ni de la Democracia de Atenas. En plena Edad Media, sería más justificable, pero a estas alturas de los 1600s cabe esperar algo más de él.
Por tanto, no sólo prueba la existencia de Dios el celo de los que le buscan, sino que también lo prueba la ceguera de los que no le buscan.
Salimos del tema político y volvemos a las andadas apologéticas con un pensamiento circular, y que además no cumple un criterio de falsabilidad. Si tanto X como no X prueban tu teoría, lo que tienes no es una teoría, sino una afirmación vacía.
También hay algunos argumentos que escuchaba a menudo en la iglesia cuando era niño, que aquí se repiten también. Por ejemplo, el de que el hombre parece tener una necesidad innata de Dios, y esa necesidad sólo puede explicarse si existe ese Dios.
¿Qué es lo que proclama esta avidez y esta impotencia sino que hubo antaño en el hombre una verdadera dicha, de la que ahora no le quedan más que indicios, una huella vacía, y que trata inútilmente de llenar con todo lo que le rodea, buscando en las cosas ausentes la ayuda que no obtiene de las presentes, pero que todas son incapaces de proporcionarle, porque este abismo infinito no puede llenarse más que con un objeto infinito e inmutable, es decir, con el mismo Dios?
Pascal no podía conocer cómo funciona el cerebro, y cómo los patrones y estructuras del cerebro, el funcionamiento de las hormonas, etc. dan lugar a todas las experiencias humanas. Pero, si no estuviera con la actitud de "¿puedo creer esto?", se podía haber planteado que este argumento demuestra demasiado. Es decir, el mismo argumento se puede usar para otras afirmaciones que, sospecho, a Pascal no le harían la misma gracia.
Por ejemplo, la lujuria es un sentimiento bastante común, y para los lujuriosos (y las lujuriosas, claro), no parece haber nunca suficiente sexo. Es como un hueco en su interior que no pueden llenar con nada que no sea sexo. ¿Es eso también un indicio de algo?
Veo varias religiones contrarias, y por lo tanto todas falsas, excepto una. Cada una de ellas quiere ser creída por su propia autoridad y amenaza a los incrédulos. En consecuencia no les doy crédito. Cada cual puede decir eso, cada cual puede llamarse profeta. Pero veo la cristiana en la que encuentro profecías, y esto es lo que todas no pueden hacer.
Veo que los argumentos no han cambiado mucho desde entonces. El islam también tiene profecías, al igual que otras muchas religiones, pero es fácil negarlo desde la ignorancia.
Lo de "veo varias religiones contrarias, y por lo tanto todas falsas", sin la puntualización de "excepto una", suena a algo que diría Cristopher Hitchens. Si fuera más hábil escribiendo, podría escribir un argumento de que Pascal estaba poseído por el fantasma de Cristopher Hitchens, y "demostrarlo" usando el mismo tipo de racionalizaciones y sesgos de confirmación que usa él, sería divertido. Por desgracia, lo más probable es que no lo haría bien, así que mejor imagínatelo y disfruta de la idea, sin más.
La fe es un don de Dios. No creáis que decimos que es un don de razonamiento. Las demás religiones no dicen eso de su fe; sólo daban el razonamiento para alcanzarla, que sin embargo no conduce a la fe.
Es el corazón lo que siente a Dios, y no la razón. Y esto es la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón.
Es irónico que, en un texto a menudo citado como un argumento razonable a favor de la existencia de Dios, el argumento sea "nuestra fe es la única que no es razonable"
Sigo sin tener claro si Pascal caricaturiza las demás religiones a posta, o si es que no ha conocido a ningún no católico en su vida
Finalmente, un pasaje que parece casi una caricatura.
Cuando la palabra de Dios, que es verdadero, es falsa literalmente, es verdadera espiritualmente. Sede a dextris meis [106] (Sal., CX), esto es falso literalmente; luego es verdadero espiritualmente.
Es decir, si la Biblia dice algo que es verdadero, es verdadero. Si dice algo que no es verdadero, también es verdadero. En fin, sin comentarios.
La apuesta
Hay un pasaje al que no llegué en el libro, pero que es posiblemente el más famoso, más allá de aquello de "El corazón tiene razones que la razón no conoce", que leída en su contexto te aviso que es una paparruchada. Ese pasaje tan famoso es el de La Apuesta de Pascal. Básicamente, ante la opción de creer o no creer en Dios, Pascal propone valorar las ventajas y desventajas de ambas opciones, tanto si aciertas como si pierdes.
Es decir, si apuestas a que Dios existe, en el mejor de los casos aciertas y ganas infinita vida y felicidad y bienestar. Si te equivocas, te habrás perdido unas pocas diversiones y cosas aquí en la Tierra.
Si apuestas a que Dios no existe, en el mejor de los casos aciertas y no te pierdes las cosas divertidas que la religión te habría prohibido. Pero si no aciertas y resulta que Dios existe, pierdes el paraíso y encima te pasas una eternidad torturado en el infierno.
Hay algún que otro problemilla con esto, por lo que no me parece un argumento tan convincente.
Primero, hay dos maneras en las que este argumento demuestra demasiadas cosas: se puede aplicar a cualquier religión, y produce el problema del Atraco de Pascal.
Lo primero, que se puede aplicar a cualquier religión. Si tengo que apostar, habré de maximizar mis ganancias, así que tengo que apostar por la religión que me ofrezca más ganancia infinita que las demás, o menos pérdida infinita.
Por ejemplo, a diferencia de las demás religiones cristianas, los Adventistas, donde me crié, creen que el castigo final es la muerte total, es decir, dejar de existir. Conciben la muerte como un ateo, simplemente dejas de existir y experimentar cosas. A la hora de valorar esa religión, habrá que cambiar la casilla de la pérdida infinita y reducir su peso de alguna manera, porque entre no existir y vivir una eternidad torturado me parece muy preferible no existir.
O, si salimos del cristianismo, el islam promete un paraíso algo distinto del católico. El paraíso católico parece ser una eternidad tocando el harpa entre las nubes y contemplando a Dios. Mucho te tiene que gustar la misa para que decidas que quieres vivir una misa eterna. El paraíso del islam, en cambio, incluye 70 vírgenes por cabeza con los/las que divertirse bastante más que en una misa. Así que el islam promete más ganancia que el catolicismo en la casilla de la "ganancia infinita".
Por no hablar de religiones como el Deísmo terapéutico moralista, que no implican ninguna restricción significativa en la casilla de "pérdida finita" más allá de "sé feliz, siéntete bien contigo mismo, y sé bueno con los demás". Si hay un claro ganador en la matriz de decisiones de la Apuesta de Pascal, ese ganador es el Deísmo Terapéutico Moralista, y además por goleada.
La otra manera en la que la Apuesta de Pascal es un argumento que demuestra demasiado es con su aplicación como el Atraco de Pascal. Voy a cambiar de voz por un segundo. Me presento delante de ti de sopetón con una máscara en la cara, y te digo:
"Ves este botón? He puesto una bomba nuclear en el centro de Madrid. Si no me das 50 euros ahora mismo, morirán los 5 millones de habitantes de Madrid."
Pues bien, según el criterio de la Apuesta de Pascal, deberías darme los 50 euros. Es una pérdida ínfima comparada con la posibilidad de que, efectivamente, estén en juego la vida de 5 millones de personas.
Si eres de los que odian Madrid a muerte, imagina que es Barcelona, o París, o Londres, o alguna ciudad que no te caiga especialmente mal.
Luego está, por supuesto, el pequeño asunto de la religión interesada. No sé de ninguna religión que explícitamente esté a tope con la idea de practicar la religión por interés a una ganancia, o por miedo al infierno. Al menos, no en el cristianismo. Todas las que conozco hablan de creer porque Dios como persona te cae muy bien, te parece magnífico, y le amas. Que luego Dios te dé una recompensa, o que torture a los demás, eso es algo que no debería tener nada que ver con tu decisión de amarle. Debería ser más bien una respuesta automática por tu parte cuando eres consciente de lo mucho que él te quiere y lo que hace o ha hecho por ti.
Los que hablan de la religión en términos de recompensas suelen ser los tele evangelistas, gringos sobre todo, que extorsionan emocionalmente a su público para extorsionarles después económicamente. Hay varios sinvergüenzas por ahí de esta calaña, que tienen mansiones de varios millones, tienen jets privados, viven como millonarios, y encima lo declaran todo como ingreso de una institución religiosa, y por tanto no pagan impuestos. Si hay un infierno, estos se merecen un hueco especial, al lado de Mitch McConnell.
Y para acabar con el tema de la apuesta, hay un problema más fundamental con todo esto. La racionalización y el sesgo cognitivo son inmensamente poderosos, porque actúan sin que nos demos cuenta. Pero es imposible aplicar un sesgo cognitivo de manera voluntaria, a menos que olvides luego que lo has hecho (que a veces pasa también).
Lo que quiero decir es que, por más que puedas salir beneficiado de creer algo, no puedes decidir creerlo voluntariamente. Si te ofrezco mucho dinero para que creas que el cielo es verde en vez de azul, no es posible creer de verdad que el cielo es verde a cambio de dinero.
Puedes mentir, puedes pronunciar las palabras "creo que el cielo es verde", puedes pronunciar las palabras "2+2=5". Pero no lo creerás de verdad, dentro de tu cabeza sigues haciendo una operación de concebir el cielo azul, recordar que ahora se supone que crees que es verde, y luego decir que es verde.
Aunque quisieras olvidar que te he dado 1 billón de euros a cambio, cada vez que ves a alguien trabajar mientras tú piensas en qué gastar dinero hoy, vas a recordar que la razón por la que eres billonario es porque elegiste "creer" que el cielo es verde aunque no lo fuera.
Todo esto sin mencionar ya el cortocircuito mental cada vez que sales de casa y ves el cielo azul, a pesar de que "crees" muy fuerte que es verde.
Si todo esto te parece poco convincente, tengo una propuesta para ti. Te voy a dar un trillón de euros si crees que lo que todo lo que escribo te convence. Recuerda, hay una pequeña posibilidad de que sí tenga ese trillón de euros. No tienes nada que perder y mucho que ganar. Sólo tienes que elegir creerme...
Conclusión
La primera parte del libro vale mucho la pena, sobre todo si ignoras los esporádicos comentarios sobre "la obvia superioridad de la religión Católica". Está repleta de ingenio, de sabiduría, y de conocimiento del ser humano que a veces parece estar bastante adelantado a su tiempo. La segunda mitad no va a convencer a nadie, no creo que sea convincente ni para un cristiano creyente del siglo 21. Si ves que llegas ahí y te está gustando, adelante, no soy yo quién para decirte que no leas algo. Yo sólo sé que, tras unas 50 páginas de la segunda parte, decidí que la vida es demasiado corta para insistir en leer algo que no va a ninguna parte.
Voy a acabar todo esto con una última cita directa de Pascal, que me parece además de buena, preciosa. Tal vez le había poseído el fantasma de Carl Sagan, a saber.
El hombre no es más que una caña, lo más débil que existe en la naturaleza; pero es una caña que piensa. No es preciso que el universo entero se alce contra él para aplastarle: un vapor, una gota de agua basta para matarle. Pero aunque el universo le aplastase, el hombre seguiría siendo más noble que lo que le da muerte, puesto que sabe que muere y conoce la superioridad que el universo tiene sobre él, mientras que el universo no sabe nada. Toda nuestra dignidad estriba, pues, en el pensamiento. Debemos apoyarnos en él, y no en el espacio y en la duración, que no podríamos llenar. Esforcémonos, pues, por pensar bien: éste es el principio de la moral.